Flores e inflorescencias

Al ser la palmera una especie dioica, los órganos reproductores masculinos y femeninos aparecen en pies distintos. Hablamos, por tanto, de palmeras ‘hembras’, que producen támaras; y palmeras ‘machos’, que no dan frutos y, por ello, en muchos lugares se habla popularmente de individuos o ejemplares estériles. La primera floración aparece entre los 4 y 7 años. Esto hace que las flores de la palmera canaria sean unisexuales. Las flores son minúsculas, pero las inflorescencias donde se agrupan las mismas en panículas son grandes y llamativas, llegando a alcanzar 1,5 metros de largo.

Ambos sexos exhiben flores pequeñas, actinomorfas y sentadas con un periantio formado por 6 piezas inconspicuos, generalmente coriáceas, que se disponen en dos verticilos; el más externo es de menor tamaño y con 3 tépalos soldados, mientras que el interno es mucho más desarrollado y con 3 tépalos libres; los tépalos varían de un color amarillento en las flores femeninas a una tonalidad mucho más blanquecina en las masculinas. Las flores femeninas tienen un ovario súpero con 3 carpelos libres, un óvulo en cada lóculo, 3 ramas estigmáticas.

Por otro lado, el androceo consta de seis estambres, biseriado (dispuesto en dos series o filas), anteras con dehiscencia longitudinal que producen abundante polen. Las inflorescencias hembras, que se llaman popularmente escobas, también espádices o espatas, son más grandes, ramificadas con flores dispuestas más espaciadamente y se encuentran insertas en las copas mediante largos pedúnculos curvados (palanquetas) de más de un metro de longitud. Por el contrario, la inflorescencia masculina es más pequeña pero cubierta más densamente de flores, las cuales están protegidas por una especie de vaina, asemejándose a la cola de un caballo, y alcanzando hasta 30 centímetros de longitud.

La época de floración es variable y suele desarrollarse antes de la estación fría y húmeda. La polinización es fundamentalmente anemófila, es decir a través del viento, aunque investigaciones recientes han demostrado el importante papel que pueden desempeñar algunas especies de escarabajos curculiónidos en el transporte de granos de polen desde la flor masculina a la femenina.

 

Frutos

Los frutos (támaras o támbaras) son bayas carnosas, monospermas y aunque en los primeros estados del desarrollo son verdes, cuando maduran presentan un color amarillento-anaranjado, intenso en muchas ocasiones.. Están dispuestos en racimos muy abundantes, espesos y ramificados. Las támaras presentan formas ovoides de hasta 3 centímetros de largo, y disponen de poca pulpa. Aunque comestibles, su sabor es amargo y áspero.

Suelen permanecer en el árbol durante meses, de manera que coinciden diferentes generaciones de frutos en el mismo pie de planta. Suelen ser además alimento para los cuervos y otras aves como los mirlos, por lo que se constituyen en importantes agentes dispersores de semillas, aumentando incluso la germinación y viabilidad de las mismas después de pasar por el tracto digestivo del animal. Un claro ejemplo lo constituye el crecimiento de palmeras bajo los nidos de mirlos ubicados en campos frutales. Las semillas, igualmente ovaladas, presentan un surco central que la atraviesa longitudinalmente. El embrión, aparece como un pequeño corpúsculo de color blanco observable en el interior de la semilla y que se sitúa generalmente en posición central superior.

Esta puede resistir varios meses en la tierra seca del medio natural, aunque es fácilmente atacada por insectos. La germinación suele suceder en ambientes húmedos, y en jardinería entierran la semilla en tierra suelta a unos dos a cinco centímetros de profundidad. Tras la germinación, las plantas jóvenes van desarrollando su yema apical o palmito, que es el verdadero corazón de la palmera, y que se protege de posibles predadores a través de las espinas que presentan las hojas en su base.

 

Distribución y ecología

La distribución originaria exacta de Phoenix canariensis en Gran Canaria es difícil de establecer debido a que en esta isla, como en el resto del archipiélago, la vegetación actual supone un relicto de la posible vegetación que existía antes de la conquista normando-castellana en el siglo XV. La propia colonización, el cultivo extensivo, la urbanización y construcción de infraestructuras tanto turísticas como viarias, y otros factores han reducido drásticamente la cubierta vegetal de las islas, que en algunos casos como el bosque termófilo (ecosistema potencial y principal de la palmera canaria) ha desaparecido casi por completo en Gran Canaria. En este caso, las áreas potenciales de distribución de la palmera canaria, zonas de medianía entre 400-600 metros, se corresponden con las zonas más favorables para el establecimiento de las grandes poblaciones y caseríos, así como los cultivos que llevan aparejados, con el perjuicio que esto ha conllevado para la especie.

Lo que es una obviedad es que la distribución primitiva de la palmera era muy superior a la actual, como se desprende de las innumerables citas históricas existentes. Según Pedro Agustín del Castillo, con la llegada de los conquistadores los bosques de palmeras fueron explotados en Las Palmas, Tamaraceite y Arguineguín, y ya es clásica la mención que hace Escudero de Gran Canaria en 1639: “Tenían los reyes [aborígenes] casas de recreo y bosques, porque toda la isla era un jardín, toda poblada de palmas, porque de un lugar que llaman Tamarasaite, quitamos más de sesenta mil palmitos i de otras partes infinitas, i de todo Telde y Arucas“.

Con excepción de El Hierro, en la cual los palmerales están ausentes, actualmente la palmera canaria se distribuye en todas las islas mayores del archipiélago de manera aislada o formando palmerales. Ello ha contribuido considerablemente en su designación como Símbolo Vegetal del archipiélago canario por el Parlamento de Canarias según la Ley 7/1991, de 30 de abril.

Las manifestaciones naturales de la palmera canaria son las comunidades boscosas de palmerales caracterizadas por Phoenix canariensis, donde la palmera es casi la única especie de porte arbóreo. Sus poblaciones --o bien vestigios de ellos-- se encuentran en todo el perímetro de la isla, desde prácticamente el nivel del mar, adentrándose en el dominio del tabaibal-cardonal y de las formaciones arbóreas termófilas (pisos infra- y termomediterráneo semiárido y seco), con muy marcada presencia en el dominio del acebuchal, hasta constituir ecotonos con el monteverde y el pinar. Es inusual observar palmeras naturales creciendo en bosques de laurisilva, pero sí llegan a alcanzar los 1.000 metros de altitud, por lo se ha descrito como la especie del género Phoenix más resistente al frío, aunque tiene su óptimo desarrollo entre los 50 y los 300 metros, casi siempre en lugares pedregosos.

La palmera se muestra en general muy agresiva en la captación de agua y es capaz de explotar acuíferos a ciertas profundidades, a la vez que soporta prolongadas sequías en el suelo, lo que le da ventaja frente a sus arbustos competidores, impidiendo el arraigo de otras especies (en palmeral puro) que no sea la suya. En la naturaleza, muestra una marcada apetencia por ocupar los fondos de los barrancos y tramos de laderas próximos a ellos. También forma parte de los cauces de barrancos cercanos al mar --pero no directamente influenciadas por la brisa marina-- alcanzando su óptimo desarrollo en el fondo y laderas de los mismos, donde hay suficiente humedad edáfica.

Actualmente, el hábitat de Phoenix canariensis se encuentra catalogado como hábitat prioritario dentro de la Red Natura 2000 de la Unión Europea en la categoría de bosques esclerófilos mediterráneos (Anexo I de la Directiva Habitats, Número 9370, Asociación Periploco laevigatae-Phoenicetum canariensis). Al mismo tiempo, y en la lista de los ‘Lugares de Interés Comunitario del Gobierno de Canarias’ existen 10 espacios en Gran Canaria en los cuales se hallan incluidos colateralmente los palmerales de Phoenix canariensis.

Las comunidades de palmeras constituyen desde el punto de vista ecológico un excelente hábitat para muchas especies de invertebrados y de la avifauna canaria. Así, sus támaras forman parte de la dieta alimenticia de mirlos y cuervos, principalmente. Los caídos al suelo suelen ser roídos por ratas y ratones además de múltiples insectos. También, las propias palmeras suelen ser cazaderos y lugares de nidificación o dormidero de rapaces como el cernícalo, el búho y más raramente la lechuza. También nidifican en ellas especies como el mirlo, tórtolas, gorriones y otros paseriformes. Más esporádicamente se observan nidos de abubilla, mosquiteros o herrerillos buscando insectos a lo largo de sus escamosos troncos.

También es frecuente observar troncos de palmeras llenos de plantas epífitas, constituyéndose por tanto, como un hábitat especial para múltiples especies vegetales. Suelen aparecer sobre todo diversas especies de helechos y plantas de porte herbáceo como Sonchus, Aeonium o Fumaria, entre otras.

Investigaciones en el campo de la arqueobotánica de los recursos vegetales en la prehistoria de las islas indican que los frutos de la palmera canaria se recolectaban asiduamente por parte de los aborígenes canarios, constituyendo parte de su dieta. La aparición de frutos carbonizados y periantos en los yacimientos y su caracterización como Phoenix canariensis así parecen demostrarlo.

 

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