Como metal pesado que es, el cadmio puede resultar letal; pero también increíblemente útil. Hablamos de esta rara sustancia, reflexionando sobre su ausencia en Canarias.

El cadmio es un metal pesado, raro en la corteza terrestre. Y sin embargo, lo encontramos fácilmente en elementos de nuestra vida diaria. Por su utilidad y por su forma de reaccionar, el cadmio puede ser muy útil o letal. Aunque su uso principal está relacionado con las baterías, su utilidad va más allá, empleándose en la protección de estructuras, en aleaciones y fuselaje o en la creación de pigmentos coloreados. Podemos encontrarlo en ínfimas cantidades dentro de nuestro cuerpo, formando minerales como la calamina o como parte de las barras de control en las centrales nucleares. Sin embargo, en las Islas Canarias es un metal mucho más difícil de encontrar de lo que parece. Por todo ello, el cadmio es un elemento al que merece echarle un ojo más de cerca.
 
Algunas propiedades del cadmio
El cadmio tiene un aspecto metálico pero resulta mucho más fácil de moldear, blando como el zinc, se puede cortar con un cuchillo. Su color, plateado y ligeramente azulado, lo convierten en un metal muy bonito. Pero también muy tóxico. De hecho, es casi tan tóxico como el mercurio. Normalmente, el cadmio se obtiene como un residuo de las minas de Zinc, plomo o cobre. También se produce en el procesamiento de otros productos como el estiércol, pinturas o minerales. Por desgracia, se estima que en torno a 25.000 toneladas de cadmio son vertidas todos los años de forma indiscriminada a los ríos. No obstante, debido a su rareza, no suele provocar ningún desastre inmediato. Sin embargo, su presencia puede llegar de vuelta a nuestra mesa.
 
Las dos caras de un metal
Y es que el cadmio es capaz de acumularse en las grasas, como otros metales pesados. Aunque no se conocen muchos aspectos de lo que hace en nuestro cuerpo, creemos que, al igual que el mercurio, el cadmio se une a los residuos de cisteína, en nuestras células, de manera que impiden el correcto funcionamiento de éstas. Algunos animales y plantas, especialmente algunos hongos, suelen acumular cadmio procedente del medio. Esto puede provocar cuadros pasajeros de envenenamiento leve. Una intoxicación por cadmio puede provocar diarrea, vómitos, mareo, irritación de la piel, pulmones. Una intoxicación severa, sin embargo, puede tener consecuencias mucho peores, llegando a ocasionar incluso la muerte. Aunque el cadmio es poco abundante, lo que hace que sea difícil toparse con él, algunas fuentes como la combustión de algunos productos, como combustibles o plásticos, pueden provocar la intoxicación por inhalación, mucho más agresiva que por ingesta.
 
Pero, no todo en torno a este metal es malo, por supuesto. El cadmio es también importantísimo para nuestra industria actual. La gran mayor parte del cadmio que obtenemos va a parar a las pilas de usar y tirar. El cadmio es una de las razones por las que resultan tan tóxicas y no deben tirarse nunca a la basura con el resto de desperdicios. También lo usamos para proteger las estructuras metálicas contra la oxidación, mediante el galvanizado. Uno de los usos más llamativos es como parte de la aleación de las barras que protegen los núcleos de las centrales de fisión nuclear. Básicamente, consisten en unas barras de unos 4 metros que se introducen entre los huecos del "combustible" nuclear, absorbiendo los neutrones y deteniendo la reacción en cadena. 
 
Por sus propiedades físicas, son un componente común en construcciones y aleaciones. Y, por supuesto, no podía faltar su presencia en numerosos campos de investigación. Uno de los usos del que no hemos hablado es la implicación que tiene en el desarrollo de pinturas y pigmentos varios. El cadmio, que fue descubierto en el siglo XIX, se usaba desde muchísimo antes como una manera de colorear. Actualmente conocemos muy bien las sales de cadmio que producen tonalidades rojas y amarillas. En la prehistoria, de hecho, también se conocían. Numerosas son las pinturas rupestres que emplean estos colores y sus combinaciones, junto con óxidos ferrosos y sales de plomo.
 
Canarias "libre de cadmio"
Es curioso ver como la historia del cadmio con respecto a las Islas Canarias no comienza hasta hace muy poco. Recientes investigaciones indican que este metal nunca ha estado muy presente en el cuerpo de los habitantes de las islas, ni en su tierra, ni aguas. Más allá de la industria de la construcción y los residuos agrícolas, no se registra su presencia en su orografía o los seres vivos que albergan más que en trazas. Esto se debería, principalmente, al origen volcánico de las islas y a su desconexión con tierra. Solo con el auge de los tiempos modernos habría llegado el metal en cantidades detectables. A veces, a las costas del sur canario se acercan tortugas bobas o calamares contaminados con cadmio. Varias investigaciones han conseguido detectar animales contaminados a lo largo de la costa africana y mediterránea, pero sin conocer la fuente exacta de la intoxicación, que bien podría provenir del sur de África o del interior del Mare Nostrum. En cualquier caso, son solo restos anecdóticos, para las islas, donde la presencia de cadmio es prácticamente inexistente más allá de la importación concreta. Y no solo en geografía, sino también en el tiempo, lo que podría servir para declarar a las islas como una zona "libre de cadmio" contaminante. 
 
Esta entrada participa en la XLVIII Edición del Carnaval de Química, cuyo blog anfitrión es: Activa tu Neurona
 
 
 

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