Sal. Fuente: Pxhere

La sal está presente en nuestra dieta, siempre, incluso aunque no recurramos a la sal añadida. Pero reducir su consumo podría suponer un ahorro de millones en dinero y víctimas por culpa de la hipertensión y los accidente cerebrovasculares.

Por: Santiago Campillo

La nutrición es un tema verdaderamente complejo en el cual cuesta poner de acuerdo a los profesionales dedicados. Sin embargo, hay una idea que, a pesar de los vaivenes, se ha mantenido inmutable a lo largo de los años: el exceso de sal es malo para nuestro corazón, cerebro, riñones y muchos otros aspectos de nuestra salud. ¿Qué sabemos al respecto? ¿Qué tiene de malo? ¿Y cómo nos afecta?

Corazón y mente, los principales afectados

La sal común es una sustancia compuesta por cloruro de sodio, principalmente, aunque también existe sal con yodato de sodio añadido. En ambos casos, la presencia de sodio es crucial ya que este elemento, en su forma de ión, es realmente el causante de los peligros del exceso de sal.

El sodio es un ión importantísimo en nuestra fisiología ya que participa en muchísimos procesos vitales, entre ellos la producción de energía en la membrana celular o el mantenimiento del gradiente iónico alrededor de la célula, algo sin lo que no podríamos vivir. Sin embargo, un exceso de este ión puede resultar muy perjudicial para la salud.

El exceso de sal se asocia a la hipertensión arterial, por ejemplo, lo que supone un aumento en la posibilidad de sufrir una ataque al corazón o un infarto cerebral.

Tal y como han comprobado los investigadores en varios estudios, el exceso de sal se asocia a la hipertensión arterial, por ejemplo, lo que supone un aumento en la posibilidad de sufrir una ataque al corazón o un infarto cerebral. Recordemos que, actualmente, las cardiopatías se cuentan entre las mayores causas de muerte al año en todo el mundo.

Además, un exceso de sal en la dieta también se asocia a problemas cerebrovasculares y, por si fuera poco, a problemas cognitivos. Aunque estos últimos han sido detectado solo en modelos animales, las investigaciones indican que un exceso de sodio en la dieta podría provocar un deterioro neuronal a largo plazo. El mecanismo de este proceso es desconocido y hay que insistir en que solo se ha detectado en animales, pero podría extrapolarse un problema similar en las personas.

Sal. Fuente: PixinioSal halita. Fuente: Wikimedia

¿Cuánta sal debemos tomar?

La Organización Mundial de la Salud recomienda un consumo de menos de cinco gramos de sal, lo que corresponde a unos dos gramos de sodio, al día.

Según la OMS, el control de la sal en la dieta podría resultar una de las medidas más eficientes y baratas para mejorar la situación sanitaria de la población a nivel mundial. Para ello, la Organización Mundial de la Salud recomienda un consumo de menos de cinco gramos de sal, lo que corresponde a unos dos gramos de sodio, al día. Según estiman, reducir la sal en la comida podría evitar hasta dos millones y medio de muertes al año.

Cuando hablamos de cinco gramos al día, hablamos de sodio total y no de sal añadida. Esto supone un problema porque una gran cantidad de alimentos contienen glutamato monosódico y otros productos que liberan sodio al entrar en contacto con el agua. Por tanto, sin tan siquiera saberlo, la gran mayoría de consumidores tomamos más sal de la recomendada.

Para poder evitar este problema es conveniente alejarse de los productos ultraprocesados (y así evitar otros problemas asociados a la nutrición). De esta manera tendremos un mayor control de los alimentos que tomamos, así como de su composición adicional, muchas veces cargada de sustancias destinadas a mejorar la palatabilidad o la duración pero sin ningún tipo de beneficio nutricional.

¿Es mejor tomar 'sal natural'?

Actualmente se ha puesto de moda el uso de sal "marina" o sal "madre" y otros tipos de sales a los que se les atribuyen todo tipo de propiedades beneficiosas por "no haber sido refinadas" u otras razones. Estas afirmaciones no se sustentan de ninguna manera en base a la evidencia científica disponible en estos momentos. La sal es, al fin y al cabo, sal, una de las sustancias más sencillas en su estructura y composición molecular conocida.

Hasta donde sabemos, la excreción de sales en el sudor es muy pequeña y no es necesaria, ni conveniente, aumentar la ingesta de sales para "su recuperación".

No tiene mucho sentido atribuirle ciertas ventajas nutricionales independientemente de su origen. Por otro lado, también existen algunos mitos que merece la pena tener en cuenta a la hora de alimentarnos. Por ejemplo, es bastante común oír que cuando sudamos perdemos muchas sales. De hecho, las bebidas isotónicas están destinadas a compensar dicha pérdida.

Sin embargo, hasta donde sabemos, la excreción de sales en el sudor es muy pequeña y no es necesaria, ni conveniente, aumentar la ingesta de sales para "su recuperación". Por otro lado, también está muy extendida la idea de que la fuente principal de sales es, precisamente, la sal añadida. Esto, como explicábamos, no es cierto, sino que la mayoría de productos que consumimos ya contiene una gran cantidad de sal.

Por tanto, hacer un control de la cantidad de sodio que tomamos al día puede resultar un poco más complicado de lo que pensábamos. Sin embargo, sus beneficios, especialmente a largo plazo, pueden ser enormes. Como explica la OMS y otras agencias dedicadas a la investigación científica, si redujésemos la sal en la ingesta diaria podríamos salvar millones de vida al año.

 
 

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