Escuchando música. Fuente: Pexel

¿Por qué la música nos hace vibrar y sentir como pocas cosas a nuestro alrededor? ¿Cuál es su secreto? Nuestro cerebro está predispuesto a escucharla y reaccionar, activarse, ante sus patrones, sonidos, ritmos y letras.

 

La música es algo... especial. No se limita a ser una serie de sonidos melódicos y rítmicos, simplemente. Va mucho más allá de eso. Es capaz de cambiar nuestro estado de ánimo, disparar recuerdos o calmar el dolor. Pero para que eso ocurra, algo debe ocurrir. ¿Verdad? El secreto de sus efectos, por supuesto, está en el cerebro. Pero, ¿cuáles son?

 

Inundados por la música

Cuando suena una melodía, de pronto, todo el cerebro se pone en activo. Desde que llega la señal auditiva, el estímulo eléctrico va envolviendo suavemente cada parte de este órgano, el más importante que tenemos. Cada aspecto musical como el tono o el ritmo, la letra... activa diferentes partes del cerebro. Desde la corteza externa, que está involucrada en la planificación de comportamientos complejos, en la expresión de la personalidad o en los procesos de toma de decisiones; hasta las sofisticadas áreas de Broca y Wernicke, implicadas en el lenguaje; pasando por el lóbulo parietal, que está encargado de recibir las sensaciones de tacto, calor, frío, presión, dolor, y coordinar el equilibrio, no hay una sola parte que no se estimule en cierta medida con la música. Esto incluye los núcleos basales más íntimos de nuestro cerebro, aquellos que controlan algunas manifestaciones fisiológicas importantes.

 

Orquesta tocando el violín. Fuente: Pexel

 

"Cada aspecto musical como el tono o el ritmo, la letra... activa diferentes partes del cerebro"

Dicha estimulación implica un mayor desarrollo de nuestras neuronas y la liberación de ciertas sustancias como la dopamina y otros neurotransmisores del sistema de recompensa, los cuales controlan los estímulos, el dolor o el aprendizaje. Pero no solo eso. Al estimular zonas como el córtex prefrontal o el hipocampo también se "reavivan" recuerdos, lo que ayuda a producir nuevas sensaciones mientras la escuchamos. El ritmo, como decíamos, incide directamente en nuestro sistema límbico y nuestra corteza motora. Esto produce una serie de cambios físicos. Por ejemplo los ritmos lentos y tranquilos sirven de señal para que el corazón (y el resto del cuerpo) se "relaje". Por el contrario, ritmos más vivos y frenéticos aumentarán el ritmo cardíaco y también pondrán en tensión muchas de nuestras funciones motoras.

Este sistema retroalimentado, donde el corazón y el resto de señales fisiológicas controlan las demás funciones se dispara gracias al efecto de la música en el cerebro. Aparte de todo esto, cuando escuchamos música que nos resulta placentera, e incidiendo también en el sistema límbico, se activa la producción de sustancias como la mentada dopamina. Estas a su vez desencadenan una cascada de señales que ayudan a disminuir los niveles de estrés y mejoran el desarrollo del tejido neuronal. Como consecuencia, escuchar música ayuda a tener un cerebro más sano y con más conexiones. Y también un cuerpo más predispuesto a estar sano, por supuesto. En definitiva, hasta la fecha, la música se ha presentado como casi una panacea maravillosa cuyos efectos son por completo positivos.

 

El papel de la música en los más pequeños

"Al estimular zonas como el córtex prefrontal o el hipocampo también se "reavivan" recuerdos, lo que ayuda a producir nuevas sensaciones mientras la escuchamos"

Pero los efectos de la música no se quedan ahí. Otra de las magníficas propiedades que podemos vislumbrar en nuestro cerebro se da desde que somos muy pequeños. Según un reciente estudio, los efectos de la música son especialmente intensos en los primeros años de vida. Según la investigación, practicar música entre los tres y cinco años mejora las conexiones neuronales y refuerza los circuitos cerebrales. Esto implica una mayor interconexión entre los hemisferios cerebrales, así como en el córtex prefrontal. Este área, como decíamos antes, está involucrada en la planificación de comportamientos cognitivamente complejos y en la expresión de la personalidad y en la adecuación del comportamiento social en cada momento. Según los autores, este refuerzo podría deberse a la necesidad de realizar tareas complejas durante las prácticas: escuchar, computar, crear, usar movimientos finos, interpretar...

Gracias al estímulo combinado de todo el cerebro, junto a la estimulación del sistema límbico y la segregación de neurotransmisores varios, se produce un refuerzo en las neuronas implicadas. La prueba realizada durante nueve meses con los niños mostró un desarrollo notablemente mayor en estas áreas del cerebro. Lo que implica que podría ayudar enormemente al desarrollo cognitivo de los niños que reciben instrucción musical y disfrutan de la música desde muy pequeños. Pero, además, esto también tiene otra consecuencia, explican los investigadores.

Conectoma humano, imagen digital de las interconexiones cerebrales. Fuente: Wikimedia

 

Existen diversas enfermedades relacionadas con el desarrollo neuronal. Por ejemplo, los trastornos de déficit de atención e hiperactividad o el autismo, donde observan déficits en la conexión neuronal entre diversas partes del cuerpo. Estas enfermedades, creen los expertos, podrían prevenirse en cierta medida gracias a la música en edades tempranas. Al mejorar la interconexión cerebral entre las diversas áreas estaríamos cimentando el tejido contra algunos de los fenómenos observados en dichas enfermedades. Por desgracia, aunque creemos que podría ser una ayuda, no existe evidencia científica que avale esta hipótesis. No obstante, los beneficios de escuchar y practicar música desde pequeños son tan grandes que bien merece la pena, tengan efectos protectores o no.

 

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