¿Qué ocurrió hace ya más de cien años en una casa con paredes amarillas? Los parajes del Puerto de la Cruz, en Tenerife fueron testigos del primer centro primatológico del mundo.
La historia no ha sido benigna con los muros de la vieja casa amarilla. Entre yerbajos secos y cascotes se levantan los muros, ahora descoloridos y agrietados. El clima suave del Puerto de la Cruz, en Tenerife, no ha ayudado a que el tiempo haya devorado, lentamente, algunos de los pedazos más importantes de la historia de la psicología. Pues aunque ahora solo sea una ruina melancólica, lo cierto es que la casa amarilla fue declarada como Bien de Interés Cultural. Y buenas son sus razones. Vamos a adentrarnos entre sus muros para descubrir un poco más sobre ella.
La Casa Amarilla a principios de siglo. Fuente: Wikimedia
La primera estación de primatología del mundo
Allá por febrero de 1913, un joven Eugen Teuber pasea entre las habitaciones de un caserío situado en La Paz. El alquiler ha sido benigno, aunque no barato. Es el último movimiento antes de instalarse por fin la que sería la primera estación de estudios primatológicos a nivel mundial. Pero el camino no fue sencillo. Proveniente de la creación de la fundación Albert Samson, casi una década antes, la voluntad de estudiar las bases biológicas del comportamiento volaron desde Alemania hasta las Islas Afortunadas.
La idea era, al igual que hoy día, tratar de comprender mejor cómo y por qué los seres humanos somos como somos. A principios del siglo XX las mayores incógnitas revoloteaban en torno a los primates no homínidos. Como primos lejanos, los secretos que estos guardaban fascinaban a los fisiólogos y psicólogos de la época quienes, sin demasiadas contemplaciones, no tenían reparos en hacer todo tipo de pruebas. Con la intención de hallar más información sobre nuestra naturaleza, la fundación Albert Samson junto con la fundación Selenka y la fundación Plaut se encargarían de dar alas a la propuesta del famoso fisiólogo, Max Rothman promoviendo la creación de la Estación Antropoides.
Como podemos imaginar, esta Estación Antropoides no es otra que la que Teuber alquiló y montó en Tenerife. ¿Y por qué allí? Por el fácil acceso de las islas a Europa y África a su vez a la vez que el clima benigno y parecido al nativo de los chimpancés. De esta manera se forjó el destino del primer centro encargado en exclusiva de estudiar el cerebro y el comportamiento en primates del mundo. Algo que por aquel entonces suponía un mundo por completo desconocido. Y también la fuente de algunas de las investigaciones más importantes de nuestra historia.
Nuestros parientes lejanos
Aunque los primeros estudios, dirigidos por el propio Teuber, se centraban más en el comportamiento en sí de los chimpancés, con el tiempo, estos fueron creciendo en sofisticación. De las fotografías y apuntes sobre las expresiones en primates en los estudios de Teuber encontramos como con la llegada del prestigioso psicólogo Wolfgang Khöler pasaría a analizar el entendimiento más profundo de las emociones, el sentido del tiempo o el pensamiento operante de los primates. Fue este último el encargado de realizar importantes experimentos dedicados a comprender lo inteligentes que llegan a ser los primates y comparar su comportamiento con el nuestro o el de otros animales.
Entre los ejercicios más famosos realizados en la casa amarilla encontramos una serie dedicada a que los primates usaran diversas técnicas, herramientas y astucias para obtener el alimento. Tras este estudio, el propio Köhler concluyó con una lapidaria frase: “hay casos en los que hasta la más escéptica de las personas tiene que admitir que el chimpancé es capaz de adquirir nuevas conductas, no sólo de sus congéneres, sino también del hombre”. Las observaciones sobre los chimpancés de la casa Amarilla solo fueron un preámbulo de otros estudios realizado más adelante. Observaciones como las de la afamada Jane Goodall solo confirman las conclusiones de Khöler, como que los chimpancés pueden actuar en equipo o, incluso, ser crueles por puro placer. Y muchas otras que nos acercan cada vez más a nuestros primos lejanos.
Jane Goodall en la Casa Amarilla. Fuente: Jane Goodall
El poder del lenguaje, la maldición de la guerraTal vez los hallazgos más importantes de la estación sean, sin duda, aquellos que abrieron las puertas al mejor entendimiento del lenguaje. Mientras que hasta aquel momento el lenguaje se creía como una consecuencia aleatoria de nuestra mente, los experimentos llevados a cabo por Khöler sobre la mente antropoide, así como la humana, por comparación, dieron pie a entender que en realidad existen razones concretas por las cuales el lenguaje es cómo es. Famoso es el experimento de Takete y Maluma, con el cual, Khöler, siguiendo una hipótesis del lingüista Jespersen, mostraba como existe la sinestesia fonética, es decir, que un sonido nos inspira una forma aguda o redondeada. Pero este fue solo uno más de la enorme cantidad de conclusiones que abrirían puertas a nuevas y cada vez más sorprendentes hipótesis. Hipótesis que a su vez han ayudado a conocer la naturaleza humana un poco mejor. Y, sin embargo, el ser el primer centro de primatología del mundo no le libró de la maldición de la guerra. La I Guerra Mundial hizo mella en todo el globo, incluyendo Tenerife y la casa amarilla, que tuvo que cerrar ante los devenires del conflicto. Ahora solo los fantasmas de la historia recorren las vetustas paredes de la finca recordando con melancolía como hubo un tiempo en el que la ciencia de vanguardia se creaba en aquél mismo lugar. |
Primates en la carpa de La Casa Amarilla. Fuente: Wikimedia |
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