El papel de las lenguas en la educación es muy importante. Las últimas investigaciones muestran la relación entre el bilingüismo y la materia gris de nuestro cerebro.
Hace ya tiempo que tratamos de descubrir los entresijos de nuestro cerebro. Nos referimos a la manera de adquirir conocimientos y competencias. O incluso a cómo definimos lo que llamamos "inteligencia". Desde la neurociencia a la educación, el conocimiento y la inteligencia humana son objeto de un intenso análisis que ilumina, poco a poco, su funcionamiento.
Las lenguas y la materia gris

Aunque tiempo atrás se consideraba que el bilingüismo era una desventaja, ya que se suponía que el manejo de dos lenguas simultáneas entorpecía el aprendizaje, las investigaciones han corregido esta visión. La evidencia apunta, cada vez más, hacia una ventaja cognitiva promovida por el aprendizaje de dos lenguas. Sin embargo, los resultados nunca han sido del todo claros. Esto se debe principalmente a la forma de medirlos.
Un reciente estudio realizado por el Centro para el Estudio de Aprendizaje de la Universidad de Georgetown apunta a una nueva e interesante percepción: se observó mayor cantidad de materia gris en las regiones frontal y parietal del cerebro de las personas bilingües. Estas partes son las implicadas en el control ejecutivo. Algunas pruebas comparativas dan a entender que este aumento está relacionado con la capacidad de hablar varias lenguas a la vez. La materia gris corresponde a aquellas zonas del sistema nervioso central constituidas principalmente por somas neuronales y dendritas carentes de mielina junto con células gliales.
En el cerebro, la materia gris se dispone en su superficie formando la corteza cerebral, que corresponde a la organización más compleja de todo el sistema nervioso. Por esta y otras razones se asocia tradicionalmente con la función del procesamiento de información, es decir, a la función del razonamiento. La cantidad de esta sustancia muchas veces es considerada directamente proporcional a la inteligencia de un ser vivo. Sin embargo, aunque se considera la existencia de cierta relación, hay que dejar claro que esta percepción no es correcta y mucho menos así de simple.
El papel de la educación en el cerebro
Lo que queda claro es que la materia, las competencias y el programa o temario influyen directamente en la manera en la que se desarrolla el cerebro. De hecho, la cantidad de materia gris está dirigida en gran medida por la educación recibida a lo largo de nuestra juventud. En concreto, los primeros años en los centros educativos son los que definen la forma en la que se desarrollará nuestro cerebro. Esto tiene consecuencias a largo plazo muy importantes, ya que este desarrollo será el que defina nuestra capacidad para seguir aprendiendo o incluso para resistir enfermedades neurodegenerativas en el futuro.

Un sistema capaz de seleccionar negativamente asignaturas como inglés o francés podría tener una implicación directa en el desarrollo nervioso y, por tanto, incluso en la salud futura de los alumnos. También en la capacidad cognitiva que afecta a otras materias. Tener en cuenta los estudios realizados sobre nuestras capacidades de aprendizaje, como el de la Universidad de Georgetown, deberían ser clave a la hora de desarrollar los planes de estudio que definirán el futuro de nuestros hijos. Un futuro en el que a día de hoy parece que tiene menos voz la evidencia científica que las cuestiones políticas y económicas.
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