La historia se forja con el paso del tiempo. Para descifrarla, sin embargo, hemos de buscar en sitios inesperados y fantásticos, como en el fondo de las Dunas de Fuerteventura.

Bajo las Dunas de Fuerteventura se esconden más secretos de los que su brillante arena blanca da a entender. Esta reserva de la biosfera, además de ser un santuario para multitud de especies, es también un "enorme fósil" que cuenta una historia de hace más de 10.000 años. Y es que bajo las primeras capas de arena se encuentran antiguos nidos y viejas conchas que recuerdan los últimos coletazos de un tiempo en el que Lanzarote y Fuerteventura eran una sola.
 
Lo que cuentan las abejas
Los cientos de nidos de abeja fosilizados y conservados bajo las dunas de La Pared cuentan como hubo un tiempo, miles de años atrás a su tiempo, en el que una gran isla de casi 5.000 kilómetros cuadrados asomaba sobre el mar. Por entonces, el agua descansaba 120 metros por debajo del nivel actual y la temperatura era más fría. La vegetación y la fauna eran mucho más parecidas a las de la costa sahariana, por entonces algo más verde que ahora. Y no era para menos, pues la distancia entre los dos territorios era de unos 60 km y no los 97 que distan desde Fuerteventura actualmente. Los animales y plantas eran distintos a los de ahora, aunque no tanto, y más parecidos a los del continente africano, como explicábamos. ¿Y cómo podemos saber eso a través de un puñado de nidos de abeja bajo las dunas?
 
Estos nidos son solo parte de un yacimiento. Este yacimiento, como decíamos, data de hace unos 9.500 o 10.000 años; 8.000 después de la época de la gran isla. Sin embargo, las especies seguían aquí. Es más, también se encontraban en Lanzarote y La Graciosa. Así lo ha comprobado el investigador Francisco García-Talavera, geólogo y paleontólogo, quién ha datado y analizado el yacimiento. Gracias a su estudio, ahora sabemos de la correspondencia entre estos nidos, lo que nos permite trazar un "mapa en el tiempo". Pero no ha sido solo gracias a los nidos de abejas, por supuesto. Bajo la arena de Fuerteventura se ha hallado muchísimo más. Entre los granos dorados se han encontrado restos de varias aves, pequeños mamíferos y conchas de caracoles y otros moluscos terrestres. Comparando las especies, el mapa va dibujando, poco a poco, la historia que esconde la isla desde hace milenios.
 
Hace mucho, mucho tiempo...
El estudio de la paleofauna, es decir, los animales que habitaban el mundo antes de nuestro tiempo, proporciona respuestas íntimas a preguntas complejas: ¿por qué estamos aquí? ¿Cómo llegamos? Y todo gracias a que nos permiten trazar un cuadro enorme y difícil de descifrar. Para ello se comparan especies y cuando se dio su presencia. También se comparan los lugares donde se encuentran los restos, lo que nos da pistas de cómo fue tiempo atrás. Por ejemplo, en el caso de las dunas de Fuerteventura, los restos no son todos de la misma época. Los restos de aves, abejas, escarabajos y caracoles, así como otros debidos al ser humano, podrían haber acabado juntos por cuestiones geológicas. Pero de ahí, precisamente, es de donde se puede obtener información, también. Ya que conociendo la geología del terreno obtenemos una pista más de lo que pudo ocurrir en el pasado utilizando auténticos testigos, que son los fósiles.
 
La historia que cuentan estos restos sobre las islas, pinta un cuadro de naturaleza salvaje, especies ya viejas en la zona y que van adaptándose a un clima que se calienta poco a poco, mientras existen diversas oscilaciones. Según las herramientas halladas, probablemente, los primeros habitantes de Fuerteventura, los Mahos, no llegaron a la isla hasta el 700 o 300 antes de Cristo. 9.000 años después de los fósiles de nidos de abeja encontrados y datados. Mientras tanto, el clima convirtió Fuerteventura en un lugar un poco más árido y caluroso. Los Mahos se convirtieron en un pueblo eminentemente de pastores, cambiando para siempre el paisaje de la isla.
 
El cómo llegaron sigue siendo un misterio, pues hacía milenios que Fuerteventura se había alejado aún más de la costa del Sáhara. Probablemente la desertización creciente empujó a algunos habitantes a hacerse a la mar. Para cuando llegaron, los nidos de abejas ya habían fosilizado bajo las dunas de la isla. Pero eso no quiere decir que las abajeas desaparecieran. Al menos no todas las especies. Muchas de ellas cambiaron ligeramente hasta ser como son ahora. Otras, probablemente desaparecieran dando lugar a algunas nuevas. Y todo tras una larga historia llena de escarabajos, aves, caracoles, pequeños mamíferos. Y, como no, nosotros. Porque ese "hace mucho, mucho tiempo" se convierte, paso a paso, en historia; y la historia se convierte en presente a medida que nos acercamos a nuestros días. A medida que nos acercamos a este preciso momento en el que estás leyendo estas líneas.
 
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