A 132 metros sobre el nivel del mar, en la ladera del Teide, los investigadores desenterraron los restos de piedra pómez y ceniza volcánica. No parece nada raro, estando en la ladera de un volcán, excepto porque su procedencia está relacionada con un enorme tsunami. La gigantesca ola cubrió por completo las costas de Teno Bajo y Buenavista, solo que por aquel entonces no eran estos sitios. De esto hace 170 000 mil años.

Y el cielo se tornó negro

Hace aproximadamente 170 000 años un gran evento volcánico provocó una enorme avalancha en el flanco norte de lo que ahora es el Teide, parte del conocido como edificio Cañadas. Los depósitos del deslizamiento rocoso se extendieron sobre el fondo marino hasta a 80 kilómetros de distancia de la costa. Pero, además, ocurrió la última gran erupción explosiva del complejo geológico. Esta emitió enormes corrientes piroclásticas que cubrieron gran parte de la isla.

La erupción originó la Caldera de Las Cañadas y un antiguo valle, denominado La Guancha-Icod. Ante tamaño evento cataclísmico, el mar no quedó impasible. Bajo los cielos tiznados de negro, se formó un mega tsunami que inundó las plataformas costeras de Teno Bajo y Buenavista. La ola alcanzó más de 130 metros, tal y como demuestran las investigaciones donde se recogen los datos obtenidos a partir de las muestras.

¿Cómo se produjo? La secuencia de sucesos geológicos parece bastante compleja, pero queda claro que no fue la avalancha lo que provocó las grandes olas, sino el movimiento sísmico ocurrido bajo la superficie marina. El agua arrasó con todo lo que habitaba en la superficie y arrastró parte de los sedimentos hasta alturas inimaginables.

¿Cómo sabemos qué ocurrió hace 170.000 años?

Para poder entender qué ocurrió, los investigadores tuvieron que analizar los restos dejados por el tsunami por toda la isla. ¿De qué restos hablamos? Según publicaron en un artículo en la prestigiosa revista Nature, estos restos corresponden a un tipo predominante de piedra pómez de color verde claro coloreado, altamente viscosa y fibrosa, rodeado de grava. En algunas zonas, estos materiales están separados por una fina capa de cenizas fosilizadas. Una capa de arena gruesa de 40 centímetros se intercala entre el flujo de lava de la erupción y los depósitos traídos de vuelta por el tsunami.

 

Al analizar los estratos y su posición, así como la composición y estructura, los investigadores son capaces de ir formando el orden de lo que ocurrió, como si fueran piezas de un complicado puzle. Por ejemplo, la disposición de los sustratos explica qué estaba depositándose en un momento dado y cómo fue interrumpido por la ola. La estructura y composición indica qué situación vulcanológica vivía el supervolcán predecesor del Teide o la acción que realizó el agua sobre los depósitos.

Una de las cuestiones más importantes de este estudio es que permite hacernos una idea de cómo ocurre un evento semejante. Esto ha permitido al equipo de investigación determinar algunos valores y datos importantes para conocer mejor el tsunami. Por ejemplo, saben que el agua cubrió con 50 metros de espesor, al menos, todo el Bajo Teno y Buenavista. Por otro lado, todos estos datos ayudan a generar modelos para predecir eventos similares y las posibilidades de que ocurran, que son muy bajas, por cierto.

Un volcán que continúa vivo

Hace unos años, Canarias vivió un preocupante enjambre sísmico. La situación, lejos de ser anecdótica, es una consecuencia natural de su composición vulcanológica.La energía generada bajo su suelo es inmensa, y, a veces, sale a la luz en forma de movimientos sísmicos notables. Por suerte, hace ya décadas que las islas no viven una erupción. Aún más afortunadamente, hace centenas de miles de años que no sufren un evento de las proporciones del que originó el enorme tsunami.

Sin embargo, las islas están bajo un suelo vivo, cambiante. Por ello, es importantísimo entender su evolución. Esta es la única manera de poder adaptarse a un imprevisto y tomar medidas adecuadas. Es más, es la única manera de ser capaces de prever las consecuencias de estos sucesos, algo vital, en caso de que se muestren de una categoría tan peligrosa (aunque solo fuese una décima parte en intensidad).

Analizar el pasado geológico de Canarias no es sencillo. Más bien al contrario, pues estamos ante un sistema inmensamente rico en todos los niveles, con un suelo activo y varios volcanes adormecidos pero que continúan con su actividad bajo el suelo canario. Por eso, mirar a la superficie, buscando restos de hace miles de años, es la única forma con la que podemos tratar de entender qué ocurrió y qué podría ocurrir. En consecuencia, estudiar estas muestras de piedra, fría desde hace mucho tiempo, es la mejor manera de prepararnos para todo.

 

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