Todavía queda mucho por aprender sobre el cerebro y sobre la enfermedad de Parkinson. Por suerte, hemos llegado a un punto de poder controlar, en gran medida, sus síntomas más llamativos con solo apretar un botón. Así funcionan los neuroestimuladores contra la enfermedad.

La enfermedad de Parkinson, también llamada coloquialmente como párkinson, es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de forma progresiva. Es la segunda enfermedad del sistema nervioso más común en la actualidad, después del síndrome de Alzheimer.

Por suerte, con el tiempo, esta enfermedad ha reducido enormemente su tasa de mortalidad, pero sigue siendo una patología que disminuye la calidad de vida de quien la padece. La tecnología, sin embargo, puede ayudar a reducir sus efectos de una manera sorprendente: pulsando un solo botón.

¿Qué es y cómo actúa el párkinson?

El párkinson es una de las enfermedades neurodegenerativas más estudiadas de nuestra época. Desde que apareciera descrita por primera vez, en 1817, de mano de James Parkinson, se han publicado miles de análisis y escritos hablando sobre las propiedades de la enfermedad. Aun así, la causa exacta de su aparición es desconocida.

A día de hoy entendemos que las razones para que aparezca la enfermedad son muchas, al igual que sus manifestaciones. Lo que ocurre en el párkinson es que las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra comienzan a desaparecer. Dopaminérgicas significa que producen dopamina, un neurotransmisor importantísimo. La sustancia negra es como se conoce a una parte del cerebro cuya función es muy compleja y está relacionada con el aprendizaje.

Lo que ocurre en el párkinson es que las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra comienzan a desaparecer.

A su vez, aparecen unas acumulaciones anormales de neuronas, conocidas como cuerpos de Lewy, que se asocian con algunos de los peores síntomas del párkinson. Las consecuencias de la enfermedad son muy diversas, ya que proceden del deterioro del cerebro: desde pérdida cognitiva, del olfato, cambios de humor... al impedimento de la capacidad de movimiento, pasando por las distintivas coreas.

Una corea es un movimiento involuntario, como un temblor, que suele ser uno de los síntomas más evidentes y que aparece primero en la enfermedad. Si se diagnostica a tiempo, existen tratamientos para tratar de frenar el avance de los síntomas. Gracias a estos, la mortalidad por culpa del párkinson ha descendido muchísimo en la última década. El problema con los movimientos involuntarios, sin embargo, persiste, provocando numerosos problemas en el día a día de los pacientes.

Pulsar un botón y se acabó

La Estimulación Cerebral Profunda, o DBS por sus siglas en inglés, es una terapia que consiste en implantar en el cerebro unos cables capaces de generar una ligerísima corriente eléctrica. Esta terapia fue probada con éxito por primera vez en los años 70.

En estas terapias se colocan unos electrodos especialmente diseñados para estimular las partes afectadas del cerebro que controlan los movimientos. Es algo muy parecido a una operación de marcapasos, solo que el objetivo es darle suaves descargas eléctricas al cerebro.

Lo que se consigue así es modular las señales incorrectas de la parte dañada, pudiendo controlar los movimientos involuntarios que aparecen como consecuencia de la enfermedad. En la práctica, el neuroestimulador es un aparatito que puede conectarse o desconectarse a voluntad.

El neuroestimulador promete controlar los movimientos involuntarios durante, al menos, diez años desde su implantación. Para poder realizar la instalación, los médicos observan primero los daños causados por el párkinson a través de un escáner, con lo que deciden dónde colocar los electrodos. El neuroestimulador lleva unas baterías incorporadas, junto con un mando de control que permite apagar o encender la señal eléctrica. Las versiones más modernas, incluso, pueden controlarse con una aplicación digital y se colocan bajo la piel, para que no se vean.

Un largo camino por recorrer

Lo que se consigue así es modular las señales incorrectas de la parte dañada, pudiendo controlar los movimientos involuntarios.

Ver actuar al electroestimulador es maravilloso. En apenas un segundo, el movimiento involuntario desaparece. La persona recupera la precisión en sus miembros, la capacidad de hablar correctamente, de coger un vaso de agua... Todo gracias a la tecnología. Pero el problema no está del todo solucionado.

Como decíamos, el DBS ayuda a controlar los movimientos, pero no detiene, por ejemplo, la pérdida cognitiva. Las células del sistema nervioso seguirán deteriorándose poco a poco. Para eso existen diversos tratamientos que permiten controlar esta pérdida.

Aun así, todavía es mucho lo que desconocemos tanto del cerebro como del párkinson. Por el momento, hemos conseguido aumentar la calidad y la esperanza de vida de quien lo padece. Otro problema es el correcto diagnóstico. Al tener manifestaciones tan difusas, que podrían atribuirse a otras degeneraciones neurológicas parecidas, muchas veces el párkinson pasa por otra enfermedad.

La persona recupera la precisión en sus miembros, la capacidad de hablar correctamente, de coger un vaso de agua...

Los principales retos por el momento están en mejorar el diagnóstico temprano, que permita tratar la enfermedad cuanto antes y los propios tratamientos. Otra cuestión importante es que el neuroestimulador tampoco puede emplearse en todos los casos. Esto supone otro reto más a superar: mejorar las posibilidades de usar esta u otra terapia que ayude a controlar el movimiento involuntario.

En cualquier caso, y a pesar de los desafíos pendientes, hemos recorrido un buen trecho del largo camino hacia la cura del síndrome de Parkinson. Un camino que nos ha ayudado a enfrentarnos a otras enfermedades neurodegenerativas, además de enseñarnos mucho más sobre el cerebro. Todavía nos queda mucho más por andar, pero con ayuda de la ciencia y la tecnología, lo conseguiremos.

 

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