¿Cómo sería el ADN si pudiéramos verlo con nuestros ojos desnudos? En realidad es sencillo responder a esta pregunta ya que las increíbles propiedades de nuestro material genético esconden interesantes secretos.

Todos hemos oído hablar sobre el ADN. Los más enterados sabrán que esta molécula es, probablemente, la más importante de la vida. Sin embargo, y a pesar de lo mucho que se ha investigado sobre ella, su naturaleza todavía nos sigue sorprendiendo. Casi tanto como a los descubridores de su estructura, Watson y Crick. El descubrimiento del ADN probablemente haya sido el hallazgo más importante en el mundo de la biología, revolucionando y decidiendo todo lo que ha ocurrido después.
 
Cómo se descubrió el ADN

El ADN no fue descubierto por los investigadores Watson y Crick, como muchos piensas. En realidad, el primero en aislarlo fue un médico suizo llamado Frederich Miescher, en 1869 y lo llamó “nucleína” ya que lo había extraído del núcleo celular. Unos años más tarde, en 1919, Levene fue el que identificó la naturaleza molecular del ADN, desvelando que estaba formado por una molécula nitrogenada, un azúcar y un fosfato. Es más, el propio Levene creía que la forma que tenía era como un muelle, enroscada sobre sí misma y uniendo a los nucleótidos a través de los grupos fosfato. Algo que no estaba muy lejos de la realidad.
 
Sin embargo, no fue hasta mucho tiempo después, durante el comienzo del siglo pasado, que los famosos James Watson y Francis Crick consiguieron desvelar la estructura exacta del ADN. Algo importantísimo porque a su organización debemos la manera que tiene la vida de ser lo que es. Para descubrirlo, estos investigadores vieron un trabajo realizado por Rosalind Franklin, quien había fotografiado con rayos X la molécula de ADN. Gracias a esta fotografía, los científicos encontraron por fin cómo se organizaba el ADN, la conocida cadena helicoidal. Y es que ellos, en un principio, pensaban que su estructura estaba formada en realidad por tres cadenas, en vez de dos.
 
La organización del ADN
Y es que la cadena de ADN almacena información genética de la siguiente manera. Cada tres bases nitrogenadas encierran la información para unir un aminoácido. Los aminoácidos son los ladrillos con los que se forman las proteínas. Las proteínas, que son la base de cualquier cuerpo vivo, se forman con la combinación de cientos, miles y millones de aminoácidos. Pero de los cuales solo hay 20 diferentes. Para poder leer estos tripletes, las cadenas se organizan uniéndose una a otra. Además, lo hacen de manera selectiva ya que las bases nitrogenadas solo pueden ser pareja de su complementaria. De esta manera, la cadena se cierra como una cremallera.
 
Para que el ribosoma, que es lo que lee la cadena y une los aminoácidos, pueda hacerlo, las cadenas han de separarse la una de la otra. Entonces, se forma una proteína muy parecida al ADN, el ARN, el cual actúa de mensajero, copiando la cadena. Una vez copiada, la lleva hasta el ribosoma, quien forja la proteína. Funciona de una manera parecida a un código informático, solo que no es binario, sino que tiene una combinación bastante más compleja.
 
Pero claro, la cantidad de proteínas y la información necesaria para codificarlas es enorme. Por ello mismo, la cadena que guarde dicha información, ha de ser grandísima. Es más, existe una cantidad inimaginable de información repetida. También existe** una gran cantidad de información que en realidad no codifica proteínas**. Por ello, la longitud de la cadena ha de ser monstruosa. Pero cada célula debe llevar su propio juego completo de instrucciones. En los seres humanos poseemos 23 X 2 cromosomas.
 
Cada cromosoma es, a su vez, una enorme cadena de ADN hiper-enrollada. De hecho, la cantidad de ADN es tan enorme que mide varios metros. Sí, en cada célula tenemos unos 2 metros y medio de ADN superenrollado. Es más, si estiráramos todo el ADN que tenemos en el cuerpo, la longitud del ADN humano de una sola persona alcanzaría los 113 mil millones de kilómetros. Para meter una cosa semejante en el cuerpo, hemos de aprovechar las técnicas más originales de enrollamiento. Para ello, la célula posee varios trucos.
 
El súper enrollamiento
El truco principal es el que conocemos como súper-enrollamiento. Éste consiste en “concentrar” la cadena en 4 niveles distintos. El primero es el que hemos comentado al hablar de la estructura de los nucleótidos. El segundo, o estructura secundaria, es el la cadena de doble hélice, lo que permite acumular el doble de información en el mismo espacio. La estructura terciaria se forma gracias a la unión con ciertas proteínas (en humanos llamadas histonas) que funcionan como cuentas de un collar. Estas cuentas, a su vez, se enrollan aún más, formando una cadena llamada “cromatina condensada”. La cromatina condensada, como si fuese una cuerda, termina enrollándose en otra cadena más que acaba por formar un cuerpo concreto llamado cromosoma.
 
Si calculamos 2 metros de ADN por cada célula, aunque las cadenas son muy, muy pequeñas, no es nada descabellado pensar que tal vez podamos ver nuestro ADN directamente y sin usar un microscopio. ¿Cierto? Pues efectivamente, el ADN se puede ver y se puede tocar a simple vista. En realidad esta propiedad no es útil a nivel científico. Pero sin duda, es impresionante y nos permite ver, directamente, qué magníficos secretos esconde nuestro ADN.
 
 

 

Más Información:

Ácido desoxirribonucléico

Rosalind Franklin

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